No hay poemas obscuros.

Había algo entre nosotros que caía más denso que la noche, como un cuervo que no devoraba nuestros ojos ni nuestras almas, si no que descendía como oscuridad absoluta, llena de silencio y vacío. Cuando eso sucede exhalamos una bruma que se dicen palabras, ninguna de amor, por cierto, palabras sin intención que no matan ni dan vida, porque no puede vivir uno que su deseo no sea suficiente. Para esas horas de hastío, romper el cristal, yacer inmóviles, evitar el roce de la piel, porque no quiero encontrar tu mirada oscura, ni escuchar tus poemas ansiosos que esperan algo menos que mi cobardía. Podría esperar hallarme en tu pecho frío a escuchar tu voz de suspenso que no termina de llamarme y alejarme.

Comentarios

Entradas populares