Lobo.


Aquella vez hubo un desfile. El lobo no pudo menos que confundirse en lento caminar con la tristeza de las personas que habitan ese lugar. Vino de lejos a contemplar las casas de adobe, el camino de humo que desde ahí llama. Se sorprendía pero también se sentía propio del "ahí", era su aquí y ahora, todo era lento y rápido; un nunca jamás pudo haber tenido una microduración entre cada compás, cada sonido de la banda que precedía la marcha hacia el olvido del mañana; así se fue el lobo, andando entre la gente, colgando su sombra en cada mirada, mientras flotaba en el aire su recuerdo disuelto en la música; así se quedó el lobo negro bebiendo mezcal y charlando del tiempo venidero, de las cosas inútiles y de las formas imprecisas. Así anda el lobo nadando junto al gusano que no será un hombre, aún cuando lo tome para toda la vida, que no será tierra aún cuando caiga a cuenta gotas o derramado, que no será aire aún cuando viaje hacia direcciones todas e inciertas. Y las personas del pueblo tuvieron noticias de un lobo que llegó, desde una ciudad para ver el desfile de todos los días de la vida con la muerte.

Comentarios

Entradas populares